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Redacción

Conversando para restaurar lazos 🤗


Una de las convivencias de las venezolanas en Chile que han encontrado un espacio de solidaridad en la Fundación Mujeres Migrantes | Foto Instagram


Las mujeres migrantes llevan la frontera en el cuerpo. Con esta frase que tomamos de esta reflexión en Instagram, comenzamos la semana del Día Internacional de la Mujer en la que queremos visibilizar dificultades que no han desaparecido en el camino hacia la equidad de género. Tendemos un puente hasta Yiniba Carolina Castillo, politóloga, venezolana en Santiago de Chile, feminista y cofundadora de Mujeres Migrantes, que defiende derechos y promueve conversaciones entre aquellas que se vieron arrancadas de raíz.


Los problemas invisibles de las mujeres migrantes: “Lo más urgente y necesario es visibilizar que hay vulnerabilidades específicas por ser mujer inmigrante. Y la migración venezolana tiene vulnerabilidades bien complejas. Oleadas anteriores habían sufrido mayor violencia política. Pero en este momento hay una carencia económica tal (...) que grandes redes de trata se han ido tejiendo para aprovecharse de eso, y terminan en la prostitución de los cuerpos de las mujeres migrantes (...). Pero hay muchas otras (formas) de violencia de género, como la violencia intrafamiliar (que) se vive al migrar en pareja o tener que emparejarse tras concretar el proyecto migratorio. Aquí en Chile ha habido femicidios de mujeres venezolanas todos los años”.


La carga de la culpabilidad: “Las mujeres muchas veces migran separadas de sus hijos. A nosotras las mujeres por cultura se nos cría para cumplir labores de cuidado hacia nuestros familiares, especialmente personas ancianas y niños. Esto genera mucha soledad en las mujeres migrantes y una culpa muy grande, sobre todo cuando se rompen los lazos con los hijos que están en crecimiento, que son años que no se van a poder recuperar. Es algo muy preocupante para la salud mental y emocional. Son problemas que quedan más escondidos que crímenes como la trata de personas. Nuestra sociedad no ha encontrado una manera de (nivelar) la carga de cuidados y poder darle a las mujeres una vida donde concreten mejor sus metas profesionales y personales”.


La vulnerabilidad de las migrantes desde una perspectiva personal: “Yo estaba embarazada y necesitaba que mi mamá viniera Chile a ayudarme en el puerperio. Una cosa básica de la sociedad es que las mamás de las de las nuevas madres las ayuden a vivir ese primer parto. A mi mamá no le habían aprobado la visa y mi momento de parto estaba muy cerca. Expuse mi historia en redes sociales y esto terminó en una nota que se publicó en el diario El Mercurio. Con eso pudimos hacer incidencia para que Cancillería le aprobara la visa a mi mamá. Pero mientras nos pasaba eso, escuchamos sobre una chica cuya mamá murió debido a la pandemia, jamás llegó la visa y la abuela nunca pudo conocer a su nieta”.


Encontrando soluciones: “Nuestro trabajo principal en Mujeres Migrantes es generar espacios de conversación donde se aborde la experiencia migratoria. Generar este espacio de contención donde el dolor que vivimos al migrar tiene un lugar, lo podemos compartir con otros y abordarlo de forma conjunta. Cuando una mujer migra está pendiente de cubrir necesidades de techo, alimento o trabajo, y en ese trajín no tenemos tiempo de abordar lo que estamos sintiendo. Hemos tejido una red súper importante en la que hemos conversado aproximadamente con 250 mujeres y ahora también somos una red que se ayuda a sí misma. Mujeres que han salido de esas 250 han generado amistades y ahora se pueden acompañar también en esta nueva ciudad”.



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