El Woodstock del catolicismo global: así vivió Isabella (en la primera fila, con camisa oscura) su primera Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa
En una Jornada Mundial de la Juventud en realidad no hay un portero pidiéndole cédula a los que se vean demasiado mayorcitos. El papa católico Juan Pablo II las instituyó en 1985, han tenido una periodicidad irregular (la próxima será Corea del Sur 2027) y en algún momento les cayó regaño del fallecido Benedicto XVI para que no se convirtieran en una especie de Catholic Fest. Isabella Reimi es comunicadora venezolana, estudia un posgrado de periodismo financiero en Londres y nos contó de su primera JMJ en Lisboa (del 1° al 6 de agosto).
La decisión de asistir: «Siempre había querido ir a una JMJ. Desde que tenía 13 o 14 años empecé a ir a misiones (católicas). A los pocos meses de iniciar ese camino en el grupo de mi parroquia hubo preparativos para asistir a la JMJ de Río de Janeiro (2013). La inflación ya era extraordinariamente galopante y todavía no habíamos adquirido el conocimiento de ahorrar en moneda fuerte. Vendimos ponquecitos y tortas, lavamos carros y pedimos donaciones, pero simplemente no fue suficiente. Habíamos empezado a aprender portugués. Y terminó siendo una JMJ en portugués a la que acudí, 10 años después».
️ Llegar a Lisboa: «Como estoy viviendo en Londres, esta vez se me hacía mucho más factible asistir. Si lo compras con meses de anticipación, el pasaje te puede costar 100 dólares. El grupo estaba formado principalmente por estudiantes en Inglaterra, y pude colear a mi novio, que vive en Madrid. Hay distintos combos. Compré solo para asistir al fin de semana de cierre de la JMJ (5 y 6 de agosto). Cuando llegué el viernes y vi a los que habían estado toda la semana en las actividades, por supuesto dije: ¡Me hubiera gustado estar aquí desde el principio! Pero yo en estas cosas que tienen que ver con Dios siempre estoy muy clara. Dios quiere que vivas ese momento en particular».
La organización de una JMJ: «Cuesta mucho organizar un evento para 1,5 millones de personas. Se organizaron hospedajes en colegios o estaciones de bomberos (este último fue el caso de mi novio). A mí me tocó quedarme en casa de una familia voluntaria en Lisboa. La señora dueña de la casa estaba con el corazón roto porque pensaba que ya no íbamos a llegar. Cuando me vio llegar lloró y nos abrazó como si nos conociera de toda la vida. Todo lo que vivimos en esa casa fue súper, súper, superespecial».
«El sentimiento de comunidad en una JMJ es casi inexplicable. En Caracas, cuando voy a misa, soy de lejos la menor. Siempre estoy rodeada de personas mayores. En Lisboa sentí la esperanza de que esta fe va a proseguir de generación en generación. No cabía más nadie. En la entrada te dan una bolsa de alimentos porque vas a pesar allí toda una vigilia de madrugada hasta la misa de la mañana del domingo con el Papa. Era como estar en la más grande de las marchas a las que una ha ido, o si tienes esa referencia, una procesión. Siempre hay un elemento de sacrificio en una procesión, y en este caso eran las temperaturas cercanas a 40 grados».
Otros venezolanos: «Mi novio vio a lo lejos una bandera de Venezuela. Nos acercamos y vimos al joven sacerdote de mi comunidad en Manzanares (Baruta, Gran Caracas). Se había ido solo para Lisboa. No sabía nada de que estaría allí. Me emocioné mucho y lo abracé. No hubo tiempo ni de hacer la foto. Era imposible quedarnos más tiempo, en una JMJ no te puedes separar de tu grupo».
¿Qué te llevas de Lisboa? «Ver a gente de todas partes del mundo, que no hablan el mismo idioma, pero que se levantaban o sentaban en la misa al unísono, con una disciplina que no puede calificarse como militar, sino de profundo respeto por lo que significa para nosotros el acto litúrgico. De lo más hermoso que me llevé, aunque nunca pudimos ver al Papa de cerca».
«Papa Francisco no es el estereotipo de la persona católica que tiene unas preferencias o gustos políticos determinados, sino que rompe el esquema en ese sentido. A mí eso me parece perfecto, porque estamos en un momento de gran polarización, en el que parece que los grupos ultraconservadores hablan por todos los católicos. ¿Si en EEUU creen que la gente tiene derecho a poseer armas, que tiene que ver eso con mi fe?».
«El Papa dejó una reflexión muy bonita: el único momento en que puedes mirar a alguien desde arriba es cuando esa persona está en el piso y tú le vas a dar la mano para que se levante. Nuestra fe tiene que ver con ayudar al prójimo, no con sentirnos superiores a nadie. También hubo muchas referencias a las guerras actuales, pero no solo se habló de Ucrania, sino que hubo testimonios de múltiples guerras, por ejemplo las de África».
«Es muy temprano todavía para decir qué nos dejará esta JMJ. Es una semilla que se te siembra adentro».
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