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Leer Brasil desde afuera es imposible


Gran parte de la ciudad de Florianópolis está situada sobre una isla paradísiaca, aunque por supuesto, no todo es perfecto | Foto: Ani Castrellón




Me fui de Venezuela hace siete años, hace tres vivo en Florianópolis, Santa Catarina (sur de Brasil).

Cuando pisé territorio brasilero, ya sabía lo que significaba la profundidad de la palabra migración y el luto que sufrimos, luego de habernos desprendido de todo lo que fuimos. Algunas partes de mí murieron.

Y sí, migrar es volver a nacer, pero sin padres que te cuiden. En estos días lo conversaba con una amiga maracayera que conocí en Panamá y nos reíamos (Ahora da risa). Pero es que realmente es desgarrador despedirte de todo lo que conoces y crees verdadero.

Ni hablar del cuento de las maletas, de que cada año extranas más tu tierra y que pasar más de tres anos sin visitar a tu gente, es una vaina muy cruel.

Cuando pisamos Brasil, mi hijo tenía 9 meses. Disfruté plenamente como Gael Marcéu se fue convirtiendo en un niño más libre y feliz. La isla que elegí para vivir me regaló la paz que tenía años buscando, pero el coronavirus me la quitó. Aunque traíamos ahorros en dólares de Ecuador, no hay bolsillo migratorio que aguante una pandemia mundial que duró casi dos años.

Pero ahí estábamos, viviendo el cuento de hadas en una casa de árbol —que soñé por años— en la que se asoman colibríes, monos, lagartos y cobras. Entre un lago, una playa absurdamente paradisíaca y unas dunas de energía potente. ¡Fortuna! Acepto y agradezco.

"Floripa" es realmente alucinante. Tipo Río de Janeiro, pero con seguridad, un sistema de salud que funciona ,42 playas encantadoras, lagos, cascadas, ciclovías, actividades culturales por doquier y una comunidad consciente con el cuidado del ambiente, que composta y protege.

También con gente trabajadora que valora su lugar de moradía y, que como yo, disfruta la exhuberancia de los días.

Siento un fuerte agradecimiento con ese Brasil que nos protege y nos permite vivir en paz, que nos regala posibilidades de futuro. ¡Acepto y agradezco! Soy una apasionada por la cultura afrobrasilera y por su pueblo que lucha con una sonrisa de oreja a oreja.

Pero Santa Catarina y el sur de este país tiene una parte de la población segregadora, racista y xenófoba.

Al sur de este gigante está la mayor diáspora alemana, descendientes de portugueses y algunos de ellos, en pleno 2022 creen en la superioridad de la raza blanca.

La segregação es letal y muchos de los migrantes que viven en esta región son víctimas de ataques de tan baja calaña.

Brasil para los brasileros

En todo el territorio aman las visitas turísticas, pero al sur del sur se incomodan con que quieras quedarte.

Hay rechazo a las migraciones en general porque muchos piensan que los migrantes llegamos a quitarles el trabajo, apoderarnos de sus tierras y ensuciarles la isla.

El rechazo también es evidente, porque desde hace varias décadas hay una gran comunidad argentina que es culpada de apropiación e irrespeto. Pero generalizar en todo lo conversado es excesivo.

Yo he conocido brasileros cuyas historias de vida me marcaron para siempre. Gente que llevo en el alma y agradezco por haberse cruzado en mi camino.

Pero yo, que no soporto las injusticias y que quiero aportar al lugar en el que vivo y a mis.pares, idealicé un festival de integración entre migrantes y brasileros que hacen vida en Florianópolis, para mostrar nuestra cultura; de qué manera aportamos a esta sociedad y lo enriquecedoras que son las migraciones para las comunidades.

"La Fiesta de la Tribo", es un espacio de inclusión social. Un palco para mostrar nuestros puntos de encuentro, para engrandecer nos con lo que somos. Y cuando hablo de migrantes, también me refiero a brasileros de otros estados del país, que también son rechazados por el lugar en el que nacieron.

Es así, un país realmente diverso, pero con fuertes secuelas de colonialismo.

Parece absurdo, pero es real.


(*) periodista venezolana en Brasil


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