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Redacción

Una nave espacial en Caracas 🛸



Para quien escribe estas líneas, que solo ha vivido en chavismo, es difícil imaginar cómo era todo hace unas décadas. Obvio hay libros, momentos históricos, elecciones presidenciales y los cuentos de papá y mamá que más o menos ayudan a armar el rompecabezas. Pero siempre falta más. Falta conocer esas anécdotas diarias que son las que realmente ponen ladrillo sobre ladrillo en el edificio imaginario del país. Por eso queríamos hablar con Melanie Pérez Arias, periodista y escritora venezolana radicada en Perú, cuya infancia en los 90s todavía recuerda clarito.


Quién sabe cómo habrá sido para otros niños, pero para Melanie, que vivía en una zona popular, la Caracas de entonces podía parecerse al viejo cliché del valle de balas. Ahí presenció tiroteos y guerras de bandas. Nunca a la escala de lo que ocurrió con el Koki, claro, pero tampoco fácil de sobrellevar. «Eso además se ve reflejado en la literatura del momento. Por ejemplo, todo lo que escribió José Roberto Duque o el mismo Pin Pan Pun. No voy a entrar en discusiones sobre la calidad literaria, pero hay muchos cuentos de esa época», dice.


Algo que aún tiene presente es cuando su mamá la enseñó a usar el Metro. Ellas iban los domingos al mercado de San Martín a comer bollitos con malta. Es de sus recuerdos favoritos y solo escuchándola es posible imaginar por qué. Como el Metro iba con menos gente, daban un recorrido por toda la ciudad, de punta a punta, y ella le iba mostrando las estaciones y lo que seguía en el trayecto. «Para mí, era como una nave espacial».


Siempre vivió con adultos: su papá, su mamá y sus hermanas mayores, que luego se casaron y se fueron de la casa. Ese mismo hogar en el que, durante el Caracazo, tuvieron que dormir en el pasillo porque las habitaciones daban hacia la calle y no había un lugar seguro. Solo el pasillo. Solo pasta con agua. Y ‘solo’ tres días que ahora narra sin distinguir bien entre recuerdos propios y relatos de su papá.


Quizás ese fue un punto de partida para tener una idea de lo que ocurría en Venezuela. Una idea que no cualquier niño de seis años tiene. Su papá era copeyano y Melanie, de hecho, hacía caligrafía mientras él inscribía a candidatos en el entonces Consejo Supremo Electoral. Ella siempre huía de los temas políticos, pero los eslóganes de campaña la persiguieron como un monstruito de Scooby-Doo en la década. ¿Y cómo no? Si siendo chiquita, ya cargaba con la fama de haber pegado que un gocho amansó a un tigre en las presidenciales del 88. El gocho pal’ 88. Qué raro es escuchar un eslogan presidencial en 2023.

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