El 29 de octubre de 2024 es una fecha que quedó grabada en la memoria de Anni Sarmiento. La DANA arrasó con la vida que empezaba a construir en Valencia (España). Su hija y ella tuvieron que enfrentarse a la tarea de limpiar y desechar casi todas sus pertenencias materiales, destruidas por el barro. Para reponer lo material y reconstruir su hogar, abrió una campaña en GoFundMe (Gracias por tu amor). Para procesar lo vivido y no quedarse en el lamento, comparte su historia en la cuenta de Instagram VenTeCuento, así como también en este Budare:
—¿Por qué elegiste España como destino? ¿Qué te llevo a salir de Venezuela?
—Salir de Venezuela no fue una decisión fácil, pero sí una necesidad ineludible. Hace siete años, un 22 de noviembre, dejé atrás la vida que había construido hasta ese momento. Estaba a tan solo una defensa de tesis de culminar mi carrera universitaria en Comunicación Social, mención Periodismo Económico, en la Universidad de Los Andes, núcleo Táchira. Sin embargo, la situación socioeconómica del país, sumada a las manifestaciones que se intensificaron para defender nuestros derechos como ciudadanos libres, hicieron que la vida se volviera insostenible.
Frente a este panorama, decidí recalcular mi futuro y emigrar junto a mi hija, Camila Álvarez. Mi motivación principal era buscar un mejor porvenir, tanto a nivel personal como profesional, un entorno que nos brindara oportunidades reales para crecer y avanzar.
España se convirtió en mi punto de partida gracias al apoyo invaluable de mi madre y mi hermana, quienes ya estaban aquí. Ellas me ofrecieron un refugio, una base desde la cual comenzar de nuevo. Este respaldo familiar, sumado a la experiencia que ya habían acumulado en su propio proceso migratorio, me dio el aliento necesario para enfrentar este gran desafío.
Aunque el duelo por lo que dejé atrás era profundo, la esperanza de construir una nueva vida para mí y mi hija se convirtió en el motor que me impulsó a seguir adelante. Hoy, esta decisión sigue siendo uno de los pasos más importantes y transformadores de mi vida.
—¿Cómo era tu vida y tu rutina antes de que la DANA llegara?
—En ese momento, mi vida transcurría de manera organizada entre dos ámbitos: el trabajo físico, en una tienda, y el trabajo digital, donde me dedicaba a producir el pódcast Ven Te Cuento, un proyecto que busca conectar con las personas desde una perspectiva más humana.
Apenas llevaba un par de meses viviendo en Valencia, una ciudad que elegí como el punto de partida para esta nueva etapa de vida junto a mi hija Camila. Nos habíamos asentado en la zona conocida como Pueblo del Sur, en la localidad de Castellar-L’Oliveral.
Mi rutina se dividía entre los horarios laborales en la tienda y el proceso de familiarizarme con el entorno. Dedicaba tiempo a conocer la zona, interactuar con los vecinos y entender el funcionamiento de los servicios locales. Era un período de adaptación, sin expectativas y con esperanza, en el que poco a poco comenzábamos a construir una vida estable y acogedora en nuestra nueva comunidad.
—¿Qué perdiste el día del incidente?
Lo que ocurrió ese día no tiene explicación alguna. Aún recuerdo el impacto que sentí al recibir un video enviado por mi casero, dueño de la casa en la planta baja que tenía alquilada. En el video, se veía lo que solía ser nuestro hogar completamente inundado, mientras él me decía: "Esta es tu casa, mi casa, inundada."
Eran las 10:40 de la noche cuando observé la fuerza devastadora de un río imparable que arrasaba con todo a su paso. Era como si la naturaleza estuviera mostrando su furia en su máxima expresión. En ese momento, no podía siquiera imaginar qué cosas podían haberse salvado y cuáles no. Todo era incierto.
Esa noche fue larga e impactante. Apenas 40 minutos antes de que llegara la DANA, mi hija Camila y yo nos dirigíamos a la estación de autobuses por un viaje de urgencia. Fue allí, en ese lugar, mientras esperábamos abordar el bus, que me enteré de lo que estaba ocurriendo. Aún no sabía que esto era solo el inicio del fenómeno.
Al regresar siete días después, me encontré con una realidad imposible de imaginar. Nada podía prepararme para lo que vimos. El impacto de DANA había sido mucho más arrasador de lo que nunca habría imaginado.
Nos encontramos con un barro espeso y denso cubriendo nuestras pertenencias. La contaminación y el olor lo impregnaban todo, haciéndolo imposible de recuperar. Perdimos absolutamente todo lo material: libros, utensilios de cocina, muebles, comida, zapatos, ropa, electrodomésticos como la lavadora y, lo más doloroso, objetos llenos de recuerdos que ahora solo viven en nuestra memoria.
A pesar de todo, cuando nos mirábamos mi hija y yo, nos dábamos cuenta de que lo más importante seguía intacto: estábamos vivas. En medio de lágrimas, abrazos y gratitud, encontramos fuerza en la resiliencia. Lo que vivimos nos marcó profundamente, pero también nos brindó una oportunidad de empezar de nuevo, de renacer desde las cenizas de lo perdido.
Hoy, mientras escribo estas líneas, siento cuánto hemos avanzado desde entonces. Reconozco lo mucho que dejamos atrás, pero también lo mucho que hemos ganado en términos de crecimiento, aprendizaje y fortaleza. Este episodio no solo fue una prueba, sino el inicio de una nueva etapa para nosotras, cada una desde su edad y experiencia, y ambas con la esperanza intacta de construir algo mejor.
—Una vez pasó lo peor, ¿qué fue lo primero que pensaste? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué estaba de primero en tu lista de prioridades?
—Lo primero que hice fue centrarme en la vida, en el hecho de que aún estaba aquí, y en que esta experiencia no era el final, sino parte de una historia ya escrita. Sentí profundamente que Dios me había permitido vivir para contar lo ocurrido y, desde ahí, ayudar a otros a transformar la adversidad en grandes oportunidades de crecimiento y evolución.
Más que enfocarme en las pérdidas, elegí ver esta situación como una lección para aprender, para expandirnos desde adentro hacia afuera, y para recordar que incluso en los momentos más difíciles, tenemos la capacidad de reconstruirnos.
Este evento también me hizo ver el poder de la solidaridad: somos una sociedad que siente, que se conmueve, y que está dispuesta a seguir adelante a pesar de todo. Mi prioridad fue y sigue siendo transformar este proceso en un testimonio que inspire a otros a crecer y a creer que, con fe y esperanza, siempre hay una nueva oportunidad de empezar.
—¿Sientes que este evento marcó un hito en tu vida como migrante?
—Definitivamente, sí. Un sí en mayúsculas, con fuerza y convicción. Este evento ha sido un punto de inflexión en nuestra vida. Lo que vivimos con DANA nos puso a prueba de maneras inimaginables, tanto a nivel emocional como físico. Nos dejó sin un techo seguro, pero nos regaló la oportunidad de reconstruir nuestro hogar, no solo desde lo material, sino también desde el amor y la fe.
El mundo entero fue testigo de lo devastador que fue este fenómeno, pero lo que se fortaleció en nosotras es incalculable. Este episodio reafirmó mi fe, mi esperanza y el poder de la gratitud. Me apoyé más que nunca en la ayuda al prójimo como un canal de vida, encontrando en ello un propósito renovado. Nos enfrentamos al desafío de abrirnos frente a las cámaras, de compartir nuestra vulnerabilidad y de pedir ayuda. Fue un acto de valentía y, al mismo tiempo, una lección sobre lo que significa recibir y dar desde el corazón.
Hemos abierto una campaña en GoFundMe como un medio para continuar esta reconstrucción. Cada aporte, por pequeño que parezca, suma enormemente. No se trata de la cantidad, sino del amor y la disposición al dar, porque juntos podemos sembrar esperanza y construir algo mucho más grande que lo perdido.
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