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Betilde Muñoz-Pogossian: «Es esencial el retorno a la democracia, pero debemos seguir cambiando mentes»



Puede parecer que no vienen buenos tiempos para hablar de equidad de oportunidades de género en Washington. Pero la agenda política puntual no detiene a Betilde Muñoz-Pogossian («Betica» para los panas), una venezolana-estadounidense que trabaja allá como directora del Departamento de Inclusión Social (DIS) de la Secretaría de Acceso a Derechos y Equidad de la OEA. Suma casi dos décadas en la organización multilateral, si incluimos toda su experiencia en la observación electoral. Recientemente fue elegida como una de las 50 personas más influyentes del mundo en el tema de la igualdad de género por la organización Apolitical. 👏👏👏



La venezolana Betilde Muñoz-Pogossian, directora del Departamento de Inclusión Social de la Secretaría de Acceso a Derechos y Equidad de la OEA


¿Desde qué momento de tu vida trabajas por la igualdad/equidad de género? ¿Hubo un momento, episodio o experiencia que recuerdes como decisivo o influyente para haber tomado tu camino profesional actual?

—Desde siempre he sido una persona que busca la justicia, es decir, siempre he tratado de que mis palabras, acciones, y opiniones estén alineadas con esa virtud cardinal de actuar dando a cada quien lo que le corresponde. Esto me permitió percibir, desde muy pequeña, que las mujeres no siempre teníamos las mismas oportunidades que los hombres y que alcanzábamos nuestras metas muchas veces con mucho en contra; percibí también que esto para mis compañeros varones era mucho más fácil. Sin embargo, esta idea de buscar la equidad de género no se materializó sino hasta que tomé una clase durante mi maestría en la Universidad del Sur de Florida en Tampa, FL, que se titulaba “Women in World Politics” (Mujeres en la Política Mundial) que me abrió los ojos a esa diferencia de acceso a derechos y oportunidades. Me permitió reconocer que hombres y mujeres somos diferentes, y que eso es de celebrar, que gozamos en las leyes de los mismos derechos, lo que es muy diciente del avance de nuestras democracias, y de la agenda de derechos humanos, pero que en la práctica no siempre tenemos la posibilidad de ejercer esos derechos en igualdad de condiciones, llegar a posiciones de poder en condiciones equitativas, y en general, me permitió evidenciar las injusticias que persistían contra las mujeres. Como dijo el gran Nelson Mandela, “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". Pues fue la educación la que me permitió ver la importancia de ponerse los “lentes de género” para analizar el mundo, y para buscar soluciones a los problemas que nos afectan como sociedades. Esa clase despertó una vocación profunda, y que al día de hoy permanece, de trabajar por la justicia, y la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Y esto lo hago a nivel individual, en la crianza de mis hijos y en las interacciones en mi casa, en el manejo de mis equipos, y en el trabajo que hacemos desde la Organización de los Estados Americanos (OEA) con los gobiernos de los países de la Región. 


¿Qué hace la OEA por la igualdad de género, y que quizás no seas tan conocido?

—Es importante que la gente sepa que la OEA, sus autoridades y staff tienen un compromiso explícito con la igualdad de género. Nuestros Estados miembros aprobaron en el año 2000 el Programa Interamericano sobre la Promoción de los Derechos Humanos de la Mujer y la Equidad e Igualdad de Género (PIA). Este programa tiene como objetivo integrar una perspectiva de género en todos los órganos, organismos y entidades de la OEA, e instruye a todo el personal y a los liderazgos de los cuatro pilares de la Organización (democracia, desarrollo, seguridad y derechos humanos) a promover los derechos de las mujeres y la igualdad de género en la formulación de políticas públicas, estrategias y propuestas. El PIA ha sido central en mi trabajo como Directora del Departamento de Inclusión Social de la OEA dándome el mandato para trabajar incansablemente para incorporar una perspectiva de género, inclusión y derechos humanos en mi agenda de trabajo con los gobiernos. Un ejemplo de cómo esto se ve en mi trabajo como Directora de Inclusión Social es lo que, desde hace 3 años, hemos venido haciendo desde la OEA apoyando la formación y el empoderamiento de lideresas de la diáspora venezolana, una iniciativa, junto a OIM y OIT, que hace una apuesta por fortalecer el importante rol de las mujeres migrantes en las comunidades de acogida. Por cierto, que desde este año se expandió el alcance de este programa para beneficiar a mujeres lideresas migrantes y refugiadas de otras diásporas. Como estas, hay muchos otros proyectos dentro de la OEA que buscan la visibilización de las contribuciones de las mujeres en diferentes temas. También me encantaría mencionar que en el sistema interamericano contamos con la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) que se encarga de velar por los derechos de las mujeres a nivel regional, y aportar a su ejercicio pleno a través de actividades y proyectos en la materia.



La venezolana Betilde Muñoz-Pogossian (a la derecha) en una actividad reciente con mujeres indígenas de Panamá


Pareciera que hemos vivido un noviembre de 2024 no muy esperanzador para la igualdad de género y también para el multilateralismo como campo de acción. ¿Lo ves así? ¿Cómo te preparas mentalmente para seguir adelante con tu trabajo?

—Soy una persona optimista por naturaleza. También soy una fiel creyente en el respeto a las diferentes visiones sobre la variedad de temas que se están tratando en el mundo mayormente porque todas las posiciones tienen algo de validez, y si no las comparto de todas maneras debo respetarlas porque otra persona sí las considera válidas. Más allá de las diferentes posiciones sobre el tema de género o el multilateralismo, soy una fiel creyente en que las mejores soluciones se logran construyendo sobre los puntos de encuentro y siempre buscando mejores resultados. Confío en que, en la coyuntura actual, y para lo que venga, vamos a seguir avanzando y construyendo sobre esos puntos de encuentro sin renunciar a los valores básicos como la democracia, la libertad y el Estado de derecho que siguen siendo centrales al trabajo de la OEA y a las prioridades de la Región.


Aunque Venezuela en este momento no es un miembro activo de la OEA, ¿qué crees que se puede hacer desde afuera por la igualdad de género en nuestro país?

—Hay muchas cosas que se pueden hacer desde afuera para fortalecer la agenda de respeto de los derechos de las mujeres en Venezuela, y también en la diáspora. Lo primero es entender que el logro de la transición a la democracia en el país no es incompatible con el trabajo por los derechos de las mujeres. Esto lo digo porque con frecuencia escuchamos a algunos actores decir: primero la democracia, luego podemos hablar de las mujeres, sus derechos y su representación en espacios de poder. Yo creo que es esencial el retorno a la democracia, y a un Estado de derecho alineado a la justicia y a la protección de los derechos humanos pero podemos y debemos seguir hablando, proponiendo y cambiando mentes de forma que se valore el aporte de las mujeres en la actual coyuntura del país, para que eso se refleje también en la tan anhelada democracia que queremos recuperar. De forma que hay que partir por dar la importancia debida al trabajo por los derechos de las mujeres. Luego es vital continuar invirtiendo en el fortalecimiento del liderazgo de las mujeres, visibilizándolo y asegurando que sea parte de las soluciones que se están considerando en el país para retornar a la paz y la democracia. Hay estudiosos como O’Reilly y otros que han confirmado en su investigación que cuando las mujeres están incluidas en un proceso de paz, el acuerdo de paz resultante tiene un 20% más de probabilidades de durar al menos 2 años, y cuando se incluye a las mujeres en el proceso de negociación en sí, el acuerdo tiene un 35% más de probabilidades de durar al menos 15 años. En este marco, es vital seguir priorizando tanto desde fuera, como en Venezuela la agenda de las mujeres, y especialmente asegurar condiciones para su representación en puestos de liderazgo y toma de decisiones en la etapa post transición democrática. No tiene sentido lógico esperar al restablecimiento de la democracia para discutir las reformas necesarias para la representación de las mujeres. El momento es ahora.


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